Lo transgeneracional y lo multicultural en las intervenciones con familias
15
de febrero de 2004 ((Conferencia presentada en las XIX Jornadas de AEN
“Salud metal, diversidad y cultura. Nuevos retos en las fronteras del
saber y la atención”, realizadas en Barcelona, los días 20,21,22 de mayo
de 2004.))
“No hay cultura ni lazo social sin un principio de hospitalidad”
Jacques Derridá
Jacques Derridá
“Hay gente de todas partes, en todas partes”
Alain Badiou
Alain Badiou
Somos todos mestizos
Introducción
En esta presentación, la nuestra será una mirada clínica, y es desde
esa perspectiva que vamos a encarar la lectura de lo transgeneracional y
lo multicultural. Lo haremos considerándolos herramientas para mayor
riqueza y eficacia en el cuidado del sufrimiento psíquico de los
pacientes que consultan en nuestros servicios en busca de alivio y
consuelo.
Plantearse la cuestión del sujeto, en tiempos de deshacimiento del
tejido social, tiene una pertinencia política a la que no queremos
renunciar.
El trabajo con familias convoca en el terapeuta un acercamiento
sistémico o cuanto menos grupal de la situación: el terapeuta ve
individuos con sus historias personales interactuando con otros, con los
que está entramado por sangre y por alianza, pero también ve vínculos,
redes, roles, modos de desafío, de provocación, de protección, ve
lealtades y traiciones, ve un sistema de creencias y modos de
representación del mundo y de acción sobre él. Ve repeticiones y ve cómo
se replican en diferentes miembros de una familia patologías,
soluciones, implicaciones. La familia es “el grupo autónomo de ayuda
fundamental” (Cloe Madanes) del cual todos disponemos, aunque sea como
referencia, y desde allí puede también el terapeuta tomarla para
ayudarse a resolver los problemas de los individuos que consultan.
Cuanto más profundo y permeable sea el sistema conceptual, teórico y
la experiencia vital del terapeuta, más variables entrarán en su
evaluación y por lo tanto más recursos y propuestas alternativas tendrá
para la lectura del significado, sentido y valor de sus percepciones.
Dispone así de una multiplicidad de estrategias en su práctica
terapéutica, dado que toda situación de alteración psíquica produce la
vivencia de reducción de los caminos de salida provocando el
sufrimiento, el miedo, la angustia. En ese marco, lo terapéutico está
ligado a abrir alternativas. Se ha demostrado, en las investigaciones
actuales sobre evaluación de psicoterapias, que la capacidad de los
terapeutas de modificar sus diagnósticos es uno de los factores
generales de eficacia del tratamiento, cualquiera sea la técnica
empleada. Esta flexibilidad del terapeuta crece al mismo ritmo que lo
hace su marco conceptual, su tolerancia a las diferencias y su apertura
de espíritu.
Es con este propósito –el de ampliar el campo de comprensión y por lo
tanto de acción– que queremos recorrer, aunque sea brevemente, la
perspectiva multicultural y también la transgeneracional. Ambas muy
estrechamente ligadas entre sí, la cultura es una construcción social
que se produce en el tiempo a lo largo de las generaciones, cada uno en
cada familia en cada grupo social se reapropia y va co-construyendo,
permanentemente, con otros esos modos de representación del mundo. La
cultura es un proceso constante de hibridación. Así también queremos
señalar los riesgos y riquezas que comportan estas perspectivas de
trabajo y las líneas más fecundas de desarrollo futuras.
El enfoque familiar
Las propuestas en terapia familiar se han nutrido de corrientes
teóricas de muy diversas procedencias. Encontramos en la actualidad
tanto desde lo sistémico como desde el psicoanálisis trabajos en esta
clínica y en cada una de estas líneas de pensamientos múltiples grupos,
con diversas estrategias terapéuticas, con preferencias y acentos
puestos tanto en el conflicto como en la estructura o en la solución.
Sólo para dar un pequeño pantallazo a algunos de ellos, sin que ello indique niveles de importancia:
Desde los años 50 la terapia familiar sistémica se desarrolla como
parte de un proceso que va de la consideración del individuo como unidad
de estudio a la familia (luego lo fue el grupo y la comunidad más
tarde). Donde la enfermedad ocurre entre las personas y no en las
personas, y tiene un sentido relacional, aún así el dolor es vivido por
cada uno. Es el individuo que enferma, sufre. La familia no está enferma
o sana, sólo es funcional o disfuncional.
Dentro de esta línea de trabajo podemos señalar entre otros: la
Escuela de Palo Alto, Don Jackson, Jay Haley, la Escuela de Roma, los
movimientos de la narrativa constructivista con Carli Slusky, Paul
Watzlavwick en la terapia breve familiar, el grupo de Peggy Papp en la
perspectiva de género, el grupo MRI, Virginia Satir, los trabajos de
Whitaker, la escuela de Filadelfia con Alberto Minuchin en el trabajo
con anorexia, la inclusión de las redes familiares de Moni Elkain en los
suburbios de Bruselas, la escuela española de Terapia Sistémica…por
sólo mencionar algunos de tantos riquísimos aportes.
Al mismo tiempo, desde el psicoanálisis ya Gisela Pankov hace más de
25 años incursionaba en la clínica y la reflexión de los vínculos entre
psicosis y familia. En la actualidad, esta perspectiva toma un auge tal
que, en estos mismos días de mayo (14,15,16) se está desarrollando en
París el Primer Congreso Internacional de Terapia Familiar
Psicoanalítica “Les metamorphoses familiales”, bajo la dirección del Dr.
Alberto Eiger, reuniendo psicoanalistas familiares de todo el mundo. En
Argentina, la escuela de I.Berestein y E.Liendo y E.Pichon Riviere
viene produciendo teoría desde mediados de los años 50.
Es interesante también ver cómo la línea de lo transgeneracional se
despliega mucho más tarde pero también en las dos grande líneas
mencionadas desde María Torok y N. Abraham en los 70, Francoise Dolto,
Didier Dumas abocado a la atención de niños psicóticos, René Kaes en el
estudio de la transmisión de la vida psíquica entre generaciones, así
como Serge Tisseron en sus investigaciones con los secretos de familia a
fines de los 90. Ancelin Schustemberger y su ya popular texto”Ay, mis
ancestros”de hace 2 años. Estos autores abrevaron en el psicoanálisis.
Así como también, y sin que sea estrictamente un procedimiento
terapéutico, lo cual no le quita su efecto reparador, la propuesta de
Constelaciones Familiares de Bert Hellinger es una apertura a la
comprensión de los procesos familiares que, partiendo de orígenes
sistémicos, va mas allá con la inclusión de lo espiritual y lo
transgeneracional en su conceptualización.
Tenemos también la vertiente de la etnopsiquiatría y el
etnopsicoanálisis que traen, en su trabajo con familias, el acento sobre
la perspectiva cultural, y esto tanto en la lectura como en las
instrumentaciones prácticas. Algunos de estos dispositivos los
encontramos el equipo del Centro de Bobigny a las afueras de París, o en
el Dpto. Transcultural del Children Hospital de Montreal a cargo de la
psiquiatra Cécile Rousseau, en el hospital italiano de Bs.As. la Dra.
Mónica Santagata trabaja con inmigrados vietnamitas y con los equipos de
salud a fin de ampliar su comprensión cultural, “habilidad cultural” en
la práctica médica y psiquiátrica, así como la antropóloga Zahia
Kessar, como muchas otras en los hospitales franceses hasta las iglesias
de curación del Zaire que investiga el psicoanalista Jaak Le Roy.
Como vemos el espectro es amplísimo y con enormes entrecruzamientos
teóricos y prácticos aunque dejamos de lado en nuestro recorrido
multitud de grupos, corrientes teóricas, experiencias y propuestas con
matices propios y muchas veces semejantes y otras complementarios.
Al adentrarnos en algunas reflexiones y dispositivos terapéuticos
concretos haremos algunos señalamientos sobre los conceptos utilizados y
los ubicaremos desde nuestra particular mirada y experiencia.
Lo transgeneracional, tan viejo y tan joven…
Parece sorprendente la reciente inclusión de la perspectiva del
inconsciente transgeneracional en las prácticas y conceptualizaciones
terapéuticas psicoanalíticas siendo que desde siglos en todas las
tradiciones y todas las religiones la asociación de situaciones
presentes con pasados remotos como causa, ha sido constante, donde la
imagen de la transmisión de dolores, culpas y destinos a través de las
generaciones de una familia no ofrece ningún espacio de duda. Así como
el hecho de que los hijos pagan la deuda de los padres y de antepasados
más lejanos también, es algo evidente para el saber popular y para los
dioses bíblicos y para el taoísmo mucho más antiguo todavía. Y sin
embargo esta teoría estalla hoy en el seno del pensamiento contemporáneo
como novedad. Todos los curadores y sanadores saben reconocer, cada uno
en su lengua, lo que llaman “la enfermedad de los antepasados” y saben
que ésta sólo se cura poniendo en orden la historia, evocando lo
sucedido, dando lugar, respeto y reconocimiento a aquello que fue roto y
silenciado.
Así, podríamos ver el mito de Edipo desde una explicación
genealógica. Un Edipo pagando con su destino difícil la culpa del abuso
sexual de un adolescente y posterior suicidio por parte de su padre
Laïos, como lo relata Mary Balmary en “L´homme aux statues”.
Da la impresión de que estamos recuperando un saber que nuestra
cultura ha perdido puesto que lo transgeneracional está en su fundamento
mismo: ”un saber recubierto por una gran capa con la que el
materialismo ha tapado al espíritu”.
Podemos ampliar la concepción del fantasma y la cripta en el
inconsciente del otro en la que éste se esconde y se transmite durante
generaciones hasta que no se le da palabra, repasando los fascinantes
texto de María Torok y Nicolás Abraham. Este fantasma, que está en el
origen de muchas patologías a veces inexplicables, sería según ellos el
otro lado de un acontecimiento familiar que implicó la sexualidad o la
muerte de un modo traumático: violación, incesto, encarcelamiento, un
crimen, un hecho que se tuvo en secreto o se ocultó con explicaciones
mentirosas, queda así escondido en el inconsciente y se va transmitiendo
de inconsciente a inconsciente a lo largo de las generaciones.
Bert Hellinger aporta, desde hace 20años, un pensamiento que si bien
tiene su origen en una lectura sistémica de la familia, esta familia
para él incluye muchas generaciones y la idea de la transmisión a través
de todas ellas de mandatos y lealtades. Según él, es siempre el amor el
que rige estos movimientos en la familia, aunque a veces podemos
encontrarnos con un “amor mal entendido” que lleva a la enfermedad o a
la muerte. También para él son hechos ocurridos y no reconocidos por los
actores ni por el resto de la familia, en alguna de las generaciones
anteriores, los responsables de los sufrimientos de los posteriores
implicados –por amor y lealtad– con la familia. Él habla de una
“conciencia familiar” más fuerte que el instinto de conservación
individual. Desde lo que llama “los órdenes del amor” que son leyes que
rigen el funcionamiento de la familia: ley de pertenencia, de
reciprocidad y prioridad, ha desarrollado un método de trabajo que se
conoce con el nombre de constelaciones familiares.
Mediante un dispositivo espacial y atemporal en el que se trabaja en
grupo y se eligen representantes de los miembros de la familia, así el
cliente puede ir mirando el despliegue de una historia, la suya y los
movimientos hacia una imagen de solución. Movimientos que son
facilitados por el coordinador del trabajo.
Este sería uno de los recursos de trabajo. Así como los
psicogenealogistas trabajan con el genograma representando en el papel
las relaciones entre los miembros de la familia ampliada, así en las
constelaciones se trabaja en el espacio y en los dispositivos
psicoanalíticos con el recuerdo, la imagen, los documentos de familia,
las entrevistas familiares, el dibujo de los niños, los sueños y las
asociaciones. Todos ellos buscan poner en un nivel simbólico: palabras,
imágenes, escenas, los acontecimientos potentes –ligados a la vida o a
la muerte– que han quedado sepultados en el inconsciente individual
portador de la conciencia o alma familiar, según B.Hellinger. Y todos
trabajan para que ese secreto salga a la luz, se repare lo reparable y
se acepte y reconozca lo irreparable. Este reconocimiento y aceptación
de la verdad parece ser el arma terapéutica más poderosa.
La presencia del pensamiento transgeneracional puede brindarle a toda
intervención terapéutica, aunque ésta se realice con uno solo de los
miembros de una familia, un marco de comprensión más profundo. Puede
brindarle al terapeuta y al paciente sostén y apoyatura en la certeza de
la no soledad, modificando muchas veces esa vivencia interna de
aislamiento. También puede ser para el terapeuta una fuente de
información y de estrategias de resolución acumuladas a lo largo de
generaciones en ese grupo familiar. Así, con en el plano temporal del
presente, Mony Elkaïm reúne a todo el conjunto de familiares y amigos en
sus intervenciones en red para organizar las estrategias terapéuticas,
así se pueden utilizar los recursos de una genealogía. El terapeuta
también se puede sentir más aliviado sintiendo que cuenta con aliados y
alianzas para su trabajo clínico.
La cultura y sus plurales
La cultura es el sistema de base sobre el que están asentadas el
resto de las creencias. Lo que se sostiene con el sistema de base es lo
que nos sostiene. Es aquello que la realidad subjetiva toma prestado
para expresarse, son los caminos que nuestra cultura nos provee
(Rechtmnan).
Las representaciones culturales dan una preforma a las
representaciones individuales y les sirven de canal semántico para la
construcción del relato, son verdaderos principios de narrativa.
La cultura está asociada a la representación del mundo que se
traslada a la percepción, a la lengua, al cuerpo, a los sentimientos,
emociones, normas, modos de pensamiento. Este mundo de percepciones es
permanentemente reconstruido y mucho más en grupos con fronteras
lábiles.
La mirada exclusiva sobre la cultura la sustancializa y así excluye
la propia historicidad del paciente, reduciéndolo a una norma social, a
un “caso de la cultura”, privándolo de su propia palabra, lo que nos
recuerda aquello de que “los indios no tienen alma” de los
conquistadores del siglo XVI. Lo que hacen algunas posturas teóricas es
una esencialización de la cultura desconociendo la hibridación constante
a la que están sometidos los procesos de construcción cultural.
Si bien la cultura es una referencia identitaria, es necesario
limitar el peso que se le da en la lectura de las conductas. Pues pese a
que se tenga una postura constructivista siempre hay una cierta
tendencia a estereotipar un poco la cultura. Podemos caer tanto en:
- negar la cultura y volver a lo colectivo o a lo individual, o
- hipervalorarla y verla como fuente de toda diferencia.
Todos los seres humanos somos parientes pues pertenecemos a un mismo
linaje. La fraternidad es una cuestión matemática, podría decirse.
Cuando hablamos de paciente de “otra cultura” ¿a qué nos referimos?
¿de otra cultura de la de quién? ¿del profesional que lo recibe en
consulta? ¿de la enfermera? ¿del hospital, del barrio, de la región?
¿Otro en relación a quién?¿Quién es el otro? ¿Quién decide quién es el
otro? Sólo aquel que tiene el poder de decidirlo, sólo aquel que tiene
el poder… que no es lo mismo que la razón.
La cultura es algo diferente de las condiciones socioeconómicas de
vida, es algo diferente de las condiciones de superioridad o
inferioridad numérica. Todas las culturas son fuente de diversidad,
aprendizaje y plenitud hasta que se considera que una es superior a la
otra. Ahí se acabó la riqueza –como en una pareja–, cuando la diferencia
se hace vertical en vez de horizontal, de lo que se habla ya no es de
cultura sino de poder.
Ambos, paciente y terapeuta, tienen pertenencias culturales y están
inscriptos en historias colectivas que impregnan sus reacciones, de las
que siendo conscientes pueden transformarlas en habilidades y recursos.
Una de las características que diferencia los equipos que trabajan
con pacientes pertenecientes a diferentes culturas es el que en algunos
los terapeutas pertenecen ellos mismos a diferentes culturas. En esos
casos esos equipos realizan las consultas en grupo. En otros grupos se
sigue un camino más convencional. Algunos de estos equipos incluyen en
las sesiones no sólo a la familia directa sino también a parientes y a
otros miembros de la comunidad.
Es interesante la razón que dan para estas prácticas, refiere que
para ellos la diversidad es una ventaja y una posibilidad de ampliar
horizontes perceptivos, y además corresponde a la realidad cotidiana de
todos. En un aspecto más metodológico ellos dicen que muestra en espejo
lo que ocurre en la cotidianeidad de cada uno. En cuanto a la ampliación
del grupo, la explicación es que todos los que acuden comparten afectos
y expectativas de bienestar que pueden acompañar y reforzar al
paciente. Esta presencia grupal ayuda a restablecer los órdenes de
jerarquía y respeto entre el paciente y su grupo familiar que facilita
el trabajo del terapeuta al mismo tiempo.
Esta forma de trabajo posibilita al paciente construir su propio
relato apoyándose en representaciones plurales (de su situación, de la
relación terapéutica, de su contexto pasado y actual). Este dispositivo,
piensan, es una máquina de generar lazos entre el aquí y el allá, entre
pasado y presente, entre generaciones, entre universo familiar y mundo
exterior.
En el equipo de trabajo de la Dra. Rousseau también se incorporan, en
algunas sesiones, los representantes de las instituciones implicadas en
el problema: escuela, iglesia, servicios sociales y de salud, o en caso
de refugiados e inmigrantes, la justicia, y familias de acogida además
de los profesionales trabajando con el caso: terapeuta, psiquiatra,
músicoterapeuta, psicopedagogo, ludoterapeuta… y, claro, el traductor
cuya figura es tema de preocupación y de capacitación por parte de los
equipos, por las complejidades que introduce en el proceso. Esto se hace
con el fin de tomar las decisiones con todos los actores del problema y
comprometer a cada institución y grupo con la puesta en acción de las
resoluciones del colectivo, así como simultáneamente es un aprendizaje a
la diversidad de puntos de vista y a la negociación de códigos,
propuestas, recursos y presencias.
Estas experiencias y grupos pueden ser considerados como modelos a
revisar al plantearse una clínica con dispositivo transcultural.
Luego de largos procesos de reflexión y análisis compartidos, las
dificultades mayores que estos equipos señalan son: el trabajo sobre su
descentraje, su salida del etnocentrismo y el análisis de la
contratransferencia cultural, es decir, la suma de todas las reacciones
del clínico explícitas e implícitas en relación con la alteridad del
paciente. Es el trabajo de intercambio y evaluación que les permite
avanzar en este duro territorio.
Para finalizar apuntamos algunas propuestas. Es bueno preguntarse en
este momento cuáles son las “certezas” que nos impiden pensar lo nuevo
de la situación. “Certezas” de nuestras prácticas, de nuestros modelos
conceptuales, de nuestras creencias…. pues creemos que es atravesar el
riesgo al vacío de claridades absolutas, a la inconsistencia, el que
sitúa un punto en el que puede aparecer un sujeto de pensamiento.
Riesgos y obstáculos
Como señala la convocatoria de este encuentro, la diversidad y la
cultura suponen nuevos retos para el saber y la atención en estos
tiempos de globalizacion y aislamiento subjetivo. Queremos alertarnos
sobre algunos de los riesgos, obstáculos en este camino:
- Riesgo de dar a lo cultural un peso de absoluto, con independencia de la historia personal de cada uno. Donde el sujeto aparece marcado sólo por su pertenencia grupal y deja por ello de ser un sujeto de pasión y muerte que lo compromete en su condición de humano, actual, presente, creador. Este riesgo de desubjetivación supone el retiro de la palabra propia. Es a partir de ella, sujeto de lenguaje como es, que cada sujeto vive su historia, su cultura, sus creencias. Cada sujeto las acepta, las toma y las transforma. Cada uno es consumidor y productor de cultura al mismo tiempo, al decir de Michel de Certeau.
- Riesgo de visualizar la cultura como algo folclórico, algo que sólo tiene el otro, y si es pobre y oscuro aún más.
- Riesgo de caer en uno de los principales mecanismos de la dominación cultural que es la imposición del contexto de lectura de los datos a priori.
- Riesgo de confundir en el diagnóstico, realizado sin el descentraje necesario, entre la expresión cultural y un delirio, caer en la no-percepción de una manifestación de afecto melancólico bajo el discurso cultural entrado en la brujería.
- Riesgo de descalificación del padre y su lugar, práctica frecuente basada en la propaganda prejuiciosa que los dibuja –a los padres– como padres arcaicos y violentos que les convierten a ellas, las instituciones de salud y de salud mental locales, “salvadoras del niño y de la civilización”; contribuyendo así a alimentar esa representación descalificada para el niño. El padre pasa de ser la figura paterna a ser un objeto de juicio, hiriendo las identificaciones inconscientes del hijo, lo que arroja a los niños a su propia omnipotencia y a una orfandad psíquica con las consecuencias que conocemos bien.
- Riesgo de naturalización y ocultamiento de las propias prácticas clínicas y las formas organizativas de las instituciones asistenciales, atribuyendo a la “distancia cultural” con los pacientes aquello que es defecto, pobreza de la organización de los servicios de salud y limitaciones en los intercambios dentro de los equipos de salud (Zahia Kessar).
Riquezas y aperturas
Éstas, las riquezas, las ganancias, son la contracara de los riesgos.
Ya que los obstáculos son también los puntos de límite y por lo tanto
de posibilidad de transformación y crecimiento.
- La recuperación del valor de la familia y del lugar del padre de culturas “diz que más primitivas” que se han desdibujado, hoy en día, en las culturas occidentales. El trabajo, como decíamos más arriba, con la imagen del padre descalificado nos permite mirar todas nuestras situaciones clínicas y estar alertados sobre los efectos devastadores de nuestras destituciones institucionalizadas del lugar y la palabra del padre.
- La posibilidad de compartir y enriquecerse con otras miradas sobre la realidad
- La posibilidad de situarse frente a lo diferente como diferente a sí mismo. Posibilidad de repensar y repensarse en la cuestión de la alteridad humana. Volcar miradas sobre el otro irremisiblemente otro y también y al mismo tiempo hermano.
- La posibilidad de percibir lo que se cree absoluto en la propia vida, en las propias creencias, en las propias representaciones sólo como una posibilidad más de las tantas disponibles para todos en este mundo.
- La posibilidad de rever, modificar y mejorar las propias formas organizativas de trabajo institucional y profesional.
- La posibilidad de pensarse como parte de un sistema social y de una red familiar que limita pero que también da sentido, pertenencia, raíces y saber, que es el reconocimiento de ello lo que permite ser libre, autónomo y solidario.
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Resumen
Esta presentación trata de apuntar a algunas modalidades del trabajo
con familias desde la vertiente de lo transgeneracional y lo
multicultural a fin de enriquecer la mirada de los clínicos en lo
diagnóstico y en cuanto a las estrategias operativas. Teniendo presente
que de sujetos hablamos, tanto individuales como familias, actores y
hacedores de su historia, evitamos los riesgos de la esencialización de
la cultura aunque sin negar su realidad. Tomamos la pertenencia a la red
familiar a lo largo de generaciones como un punto de apoyo y sostén
dador de libertad y autonomía, siempre que se le reconozca su fuerza, su
singularidad y su precedencia. Incluimos también señalamientos sobre la
implicación personal y cultural de los profesionales y el análisis de
sus puntos ciegos y el valor de la reflexión compartida en los equipos
de salud.
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